viernes, 5 de enero de 2018

lo que no se dice

Tantas horas de silencio hundieron en la fruta la verdad como una avellana de sombras, impenetrable a tus ojos, la verdad extranjera que no merece más que un poco de misterio y olvido, te oigo hablar en el recuerdo y miro tus hombros como una figura geométrica divina que brilla en la noche, yo miro esa constelación, soy muy pequeña y mis pies se hunden como avellana de sombras en la arena de Mar del Plata, vos con tu hamaca en las olas te deslizás, bello pez, estás en el agua, estás en la noche, gema impune, me pedís que no baje el volumen, me gritás que no lo haga, sacás el parlante afuera y subís la canción al cielo, armás escalones y los subís siguiendo el ritmo de Abraxas. Resuelto a remover la energía del Cosmos, un Poseidón intocable, mi verdad es no besarte porque un orden preestablecido ha querido que tu belleza sólo le pertenezca a la luna. Y esa luna, compañera, preñada de tu luz, serena, como dicen los poemas y los tangos doloridos da testimonio de que respiro, y te inhalo como un perfume, despacito, pienso en tus alas, ella sabe que quiero sentir tus alas. En mi espalda terciopelos, en mis manos abiertas, en la punta de mis dedos las plumas de tu identidad. Pero la luna quiere tenerte y se cuela infatigable en cada momento, de fibras de tesoro, cada momento a tu lado, los dedos de la luna tocan tu cara, los dedos de la luna te amansan, sé que te gusta la noche tanto que te desborda, tantas horas de silencio, tantas cosas no dichas y tantas palabras tejiendo el nido en tu pecho, te abren los brazos, tus ganas, te hacen saltar como un Cristo inmortalizado en su gloria. Tu alma cabalga al tiempo, pero el tiempo no te domestica, no se saben tus años, no se posee tu vida. Tomaste una piedra. La arrojaste contra las bestias y el aire se rompió como un jarrón inútil. Sentiste la asfixia. Alguien pudo ayudarte, yo no estaba. No estoy. Altas probabilidades de silencio indican que tampoco estaré cuando mueras, invoco al destino para arrojar sobre él este deseo que huele a Océano, que huele a una fruta inmensa, romper el aire, irrumpir con la verdad en medio de la vida impunemente y subir cada escalón que lleve a una Estrella. Alguien pudo ayudarte y mojó con leche tus ojos. Suaves como las plumas de tu identidad perdida. Me acuesto, disminuída en la curva de tus pestañas. En tu memoria oblicua yo te sueño.

3 comentarios:

Federico J. B. dijo...

Vuelvo, te leo y me vuelve el olor a mar. Te mando un abrazo tan grande che.

Don Julio dijo...

despacio también sos la luna

Alma en letras ~ Noe Galeano dijo...

Hermoso!