martes, 9 de junio de 2015

Makandal en el mar de mi hogar. Más de una isla.

¿había una baldosa floja y me caí?
¿había, hace diez minutos,
un cristal roto, su filo,
un maremoto de niño, un delfín?

o es que acaso vi la la luna
madurar en tu mirada,
y llenaba orillas de pestañas,
y con gracia de perla buena rodaba...

¿pudo haber sido el enchastre del barro?
¿la fila de soberbios, la cola de los bancos?
¿pudo el tuétano Violeta permanecer,
pudo la sombra haberse bañado en su luz?

o es que un día se izaron las velas
de un barco valiente sobre los mares del mundo
la nave que empujan tus ojos con fuerza
abriendo camino en la aguas, profundos brazos de luz.

¿hablan los portales? ¿lloran, de pronto, estas ventanas?
¿se vuelven animados los objetos más tontos de mi casa?
¿qué dice, entonces, esta lámpara de sal, qué dirán las piedras,
los frascos, el cable del teléfono, qué cantarán los lápices al pueblo de las sábanas?


o es que ha caído una gota de esperanza 
y el ámbito de la hondura se hizo pluma...
se desataron los secretos del fuego, los secretos de los sueños del cielo,
y Makandal llamó a los libros, y los libros montaron vuelo, 
y los pájaros de rama en rama piaron la alegría
y comprenden el idioma eléctrico que hablan todas las cosas del mundo, 
y si la luna venía, dulce perla de armonía, 
este pobre corazón, antes pequeño, ahora vibra, 
y si el barco pretendía anclar en esta isla, 
¡bienvenidos, animados!
que ahora los pájaros saben,
los pájaros de nuestra historia
esos pájaros del alma, son pájaros reales,
vengan, que ahora ellos, que ahora son aves,
que ahora es el cielo que no tiene miedo,
 ¡que ruede la luna con gracia! 
¡hogares de altamar! 
ilusiones peregrinas, 
¡bienvenidas!

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