martes, 30 de julio de 2013

A Roberto García Otero, alma en vuelo.

Un poeta se marcha. Al irse deja la estela de un sueño tatuado en la piel del cielo. A veces próspero, a veces maldito… la marca de un sueño profundo conocerá otros colores. Tal vez hable su letra desde el futuro. Su letra de luz caminante. Y pueda contar que la soledad era una quimera. Me siento frente a mí misma y medito. Te imagino caminando por tu casa, ordenando cassetes al mediodía. Tu casa al mediodía, el único lugar del mundo que fue hermoso a esa hora en mí. Plantas bajo el ventanal del techo. Zitarrosa, la radio en silencio. Vos ponías la mesa en ceremonia, le servías al amor una copa de vino sonriendo. Con vos el mediodía era elegante. Mi mediodía del centro de la poesía. La amasadura al fuego en tu casa pequeña, cocer lo invisible, el pan más nutritivo. Tu ancha espalda naranja sumida en la cocción titila entre mis papeles y se profundiza, traída desde muy lejos en tu vida. Abro mis cuadernos para invocarte y te veo caminar, leo en la luz de tu cuerpo todos los poemas del fuego sagrado que me acercaste. En todas las hojas tu voz fosforescente me anima, en la distancia las cuerdas de otro tiempo me llevan a tu rostro lejano, dónde podré encontrarte, no entiendo que ahora estás más presente que antes y caíste en mi vida con un peso delicado. Norte definitivo, esta intersección de pérdida y abrazo de olas frescas, olor a hojas atardecidas en último ardor. Acuden al futuro tus huellas, todos los rastros de tu letra devenidos astros de vitalidad, como nunca antes lo animado se impone y rompe la barrera del tiempo. Me siento frente a vos. Te miro. Estoy soñando. Tus pasos en la ciudad se humedecen, son pasos de musgo, son musgo de tu caminar blando. Aguardo tu palabra. Se fijará en el núcleo de mi alma. No puedo callar y todo te lo advierto, que estarás rendido, que te cuides, que me mires y me digas algo. Crecen párpados florecidos de cada pie tuyo, pies ya livianos. Ojos de criaturas que vuelan. Te despido y hay una escalera. Transmuta un poeta al irse, caracol de nube alerta, porque si no hay arco iris en tus horas, si no hay otro vacío sideral pero nuevo, porque si no hay más rayos y cantos y luciérnagas acercándote al oído el resplandor más urgente, si no hay mujeres desnudándote yo no habré aceptado esto y habré fijado el desvío en la muerte y habré traído tu faro a la noche cerrada. Pero hay más que eso. Hay animales en libertad, pájaros guerreros. Miradas soberanas te acompañan. Pies de musgo, no teman, salten: hay más. Febrero 2013, Cosquín

lunes, 15 de julio de 2013

Arrancar de cero me gusta. Todo parece nuevo y dispuesto a florecer, el punto cero es como la mañana recién nacida. Lo que se ha construido tal vez muera. No me importa. Que se muera todo periódicamente, el vacío llena espacios de luciérnagas madres, que fueron soles, que absorbieron la sabiduría del rayo, y parirán vuelos entre los brazos de la oscuridad. Aprender de la muerte. Depurar al demonio, explotarlo con bombas de almas que pujan en olas fecundas. Excava en el cuerpo un dolor. La huesera junta mis restos. Gracias a ella puedo decir esto, genero lazos con la vida cadavéricamente mientras la vieja sonríe. ¿Por qué sonríe? ¿sabe algo oculto del amor que lloro? ¿insinúa que finalmente amaré, disuelta en mi sopor? ¿temor? ¿quién dijo temor? ¿alguien me habla? Miedo: maestro tirano, en la fábula sustraerás la leche más gris que puedas beber, metálico extractor de jade en mis pechos. Turgencia de la juventud en otros ojos fuera de mí que no me miran. Masculino andar cerca del río de la paz… carácter voluptuoso de la pasadilla tu máscara de muerte roja me persigue pero no soy una princesa, igual me toca siempre morir. Infectada de luces de advertencia, luces de iridiscencia, luces de esperanza pueril. Luces de la discordia en el péndulo que cuelga de mi cabeza. Letra que contamina o manzana gira la tarde fresca. Da igual. Que muera lo que se ha construido. ¡Que alimente el rumbo circular de la vida! Que la luz igual emerge caprichosa y erguida, terraza filosa del faro. A mi tristeza de soledad. Beso la hiel amparada en una quimera, fui bruja a mi tiempo, ahora solo huesos pesados, la vieja sabiamente los une, y hace un ademán misterioso en mi sueño.