En La Rural, una vaquita hermosa se niega a seguir el paso,
llevada por un tipo desde una soga que tiene atada a su morro agujereado. El
tipo tira y tira de la soga. Ella se niega y clava sus patitas en la arena,
pero tiene que seguir: se rinde. Yo la miro y me pregunto si no habrá sido un
pequeño triunfo en medio de una desgracia. A su alrededor se aglomeran los
hombres que la tienen cautiva, los caballos de los granaderos, hermosos y
amansados, los ladrones de las tierras argentinas, los asesinos de nuestros
pueblos originarios, los asesinos de la Patagonia Rebelde, los ricos más
codiciosos de nuestro país y sus crías humanas, vestidas con ponchos caros, a
su alrededor ella ve que se agitan unas telas que son nuestra bandera nacional,
tomadas por manos sucias de sangre de señoras de bien y lentes negros, a su
alrededor gritan "¡Si se puede!" y es un estertor vacío que rebota en
las paredes de los edificios, y ella No Puede escapar, y su lenguaje es otro,
el de amamantar, pero su cría ya no está, y se aglomeran todos para gritar esas
palabras metálicas, hay un presidente que mira su celular con cara de aburrido
mientras toma de la mano a su hija que está vestida con piel de zorro, el
presidente se ubica detrás de un tal Etchevere, que parece ser su feje y sonríe
con un entusiasmo turbio, y la vaquita no quiere seguir el paso. Sabe que a su
alrededor están celebrando una fiesta, la fiesta de la Industria de la Muerte,
su propia muerte, la Muerte de los Inocentes, y celebran también las Muertes de
los pueblos originarios, la Muerte de los anarquistas, y esas Muertes oye la
vaquita como susurros en el viento que acaricia el pelo suave de sus orejitas,
esas Muertes que evocan un árbol cualquiera del campo libre tierra adentro, un
algarrobo o tal vez un viejo tala... a su alrededor celebran la Muerte porque
los hombres de la Sociedad Rural alimentan sus cajas fuertes con el oro de la
Muerte, y dicen ser argentinos, y lucen sus banderas blanquicelestes, allí
están, todos amontonados para festejar que les llegó la hora, que la Fiesta
recién empieza, ¡¡preparen, apunten, fuego!! y sus cajas revientan de oro rojo,
tocan la trompeta, anuncian el discurso y la vaquita los mira a través de los
adornos que le pusieron alrededor de sus ojos, esa vaquita somos nosotros, esa
vaquita viva, que van a despedazar. Ojalá algún día podamos sentirlo en el
cuero. Nuestra existencia en su propio cuero. Nuestro cuero en su nobleza, en la pureza de
su sangre tibia que forma ríos invisibles de desesperación. Una vaca argentina.
"Esto es sólo el comienzo", dice Etchevere, y todos aplauden.
d
1 comentario:
nada que ver
esa vaquita en el campo
querida
dadora
mansa
sabia
No como esas otras
vacas de ciudad
engordadas
ignorantes
fachas al fin
dispuestas a prenderle
mecha a una vecina cabra
feminista
lamentable
heredaron
los vicios de sus
opresores.
Pero están las cabras.
https://www.youtube.com/watch?v=i8j2EOzMcQ4
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