Se interpone la suerte azarosa con el olvido perpetuo.
Se confunde el deseo inmediato con una caricia fugaz. Se anudan. Se molestan. Pasados los días, muerta la risa espasmódica que empaña la soledad, el nudo se ablanda.
Se pierden los rostros. Se anida, a cada cuerpo, en un rincón del destierro.
Se intercalan los días de concurrencia al destierro con las tardes bañadas de cenizas brillantes: Aburrido sistema, se transforma en tedio. En lágrima soberana que no rompe sobre un suelo que la sostenga.
Se intercambian consuelos hipócritas por danzas de seda con cuerpos ajenos.
Se bifurcan una y otra vez, infinitamente, los senderos entre rejas de un lenguaje complejo: de señales, de complicidad inútil, de ilusorios encuentros con la esencia esquiva de quien observa el pozo desde donde contemplamos la vida.
Se resigna insistentemente (la mutación de los signos) todo aquello que aparenta brindarnos equívocamente un respiro real.
Se desprenden los niños que fuimos.
Se confunde el deseo inmediato con una caricia fugaz. Se anudan. Se molestan. Pasados los días, muerta la risa espasmódica que empaña la soledad, el nudo se ablanda.
Se pierden los rostros. Se anida, a cada cuerpo, en un rincón del destierro.
Se intercalan los días de concurrencia al destierro con las tardes bañadas de cenizas brillantes: Aburrido sistema, se transforma en tedio. En lágrima soberana que no rompe sobre un suelo que la sostenga.
Se intercambian consuelos hipócritas por danzas de seda con cuerpos ajenos.
Se bifurcan una y otra vez, infinitamente, los senderos entre rejas de un lenguaje complejo: de señales, de complicidad inútil, de ilusorios encuentros con la esencia esquiva de quien observa el pozo desde donde contemplamos la vida.
Se resigna insistentemente (la mutación de los signos) todo aquello que aparenta brindarnos equívocamente un respiro real.
Se desprenden los niños que fuimos.
Desaparecen en la confusión de querer ser otro sin poder decir no.
Se perpetúan relojes.
Se disuelven los acertijos genéricos.
Se conservan pobres ilustraciones de un prometedor cuento cansado de repetir fórmulas para llegar al cielo sin haber descendido en las sombras que nos dibujan con sangre.
Se esconde la suciedad bajo los años de piedra.
Se limpia con ácido de la memoria el ápice de uno mismo.
Se van las horas nocturnas en el incrédulo devaneo
del dialogo con fantasmas caníbales.
Se entrecierran los ojos.
Indecisos.
Oscilantes.
Se perpetúan relojes.
Se disuelven los acertijos genéricos.
Se conservan pobres ilustraciones de un prometedor cuento cansado de repetir fórmulas para llegar al cielo sin haber descendido en las sombras que nos dibujan con sangre.
Se esconde la suciedad bajo los años de piedra.
Se limpia con ácido de la memoria el ápice de uno mismo.
Se van las horas nocturnas en el incrédulo devaneo
del dialogo con fantasmas caníbales.
Se entrecierran los ojos.
Indecisos.
Oscilantes.
Así.
d
4 comentarios:
y cuidar de las estrellas puede ser un buen castigo.
te quiero
como explicarle... lo lei 5 veces si no mas...
Me crea sensaciones conocidas.
Sin lugar a dudas es mi culpa, pero la pregunta es: a quien?
Me siento identificado en su texto, y me escuché decir cosas parecidas alguna vez. Pero insiste mi pregunta sobre el final. Por eso se vuelve un sinfin leerlo.
Que bien escribe, me gustaria tener la capacidad para comprenderla mejor. Le pido disculpas, a veces la luz tb llega tarde...
Byesos!!!
Atari:
Cuidar de las estrellas me encantaría, no le veo forma de castigo.
Una tarea de semejante magnitud le correspondería a una persona responsable. Yo no, por supuesto.
Besos hermosa.
Tontintón, realmente es un placer inmerecido que alguien en el mundo haya leído con ganas un texto mío, siendo tan desastrosamente enmarañados
(No...no escribo bien. Sólo escribo con ésa intención).
A quién? a nadie.
Por lo tanto, a alguien en particular que imagino en la niebla. A todos: a mi misma.
No acepto las disculpas: por que?!
Ah! me olvidaba: sospecho que no es cuestión de capacidades eso de no comprender.
No logro la retórica necesaria y vital. Me asumo responsable.
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