martes, 22 de agosto de 2006

crack

Esa mañana perdí el amanecer. Imprimió en mi un luto que no es absurdo. Esa mañana hostil fue una ecuación.
Esta noche yazgo repitiendo canciones tristes. Escribo para que mi cueva se dilate y sea el mundo. Esta noche yazgo en la agonía perenne de aquel amanecer desprendido de mi, ido, vuelto al sol que sabemos está tan lejos como nosotros mismos de casa. Esta noche espío los sucesos del pedregoso camino sin detener la vista en nada: solo las piedras. Y en ellas hallo salidas. Y en las piedras alguien susurra un cuento lacónico que arrastra nubes gordas y tan suaves que arriman calor. Esta noche de papel de calcar de tantas otras noches de frío urbano helando una vez más al Árbol de Diana en mi.
Esta noche unicorde esconde al sol infinito en la espalda de una bestia que no sabe llorar. Aun recito poemas: las piedras los cantan. Aun persisto en la ausencia monstruosa deseada lejana en un abismo de mar. Aun elijo la silla dura para danzar en mi cueva burlándome de relojes mentirosos que sangran estos barrios del sur por los que caminaré desnuda, sin el espanto del estilo social atado a mi cuello llevándome.
En esta noche pesa el aun inservible. Esta noche las partículas del viento que sopla arenoso lastimando la piel intenta acariciarme fútil. Esta noche sabré que no recuerdo: sabré que estoy detenida en un invento que marca los años como el destino. El devenir incierto sin sentido, con la misma cara abstracta de roble añejo y putrefacto. Esta noche aun oigo caer las lágrimas de una guitarra en un suelo movedizo. Una mañana se disolvió en amanecer frente a una ilusión prohibida. Aun quiero romper el cielo con un relámpago lánguido musical. Aun mi cueva de piedras no conoce la lluvia, sin embargo por dentro una tormenta explotó. Esta noche yazgo repitiendo canciones tristes.
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