jueves, 31 de agosto de 2006

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Varias primaveras pasaron desde que callé una canción. Sólo una.
Ya no la extraño.
Su silencio la transformó en una melodía solemne, engañosamente imperceptible, tímida.
Su eco viene desde un rincón de mí tan lejano
que intentar cantarla merecería un inexorable viaje que mi cansancio esquiva.
De alguna extraña manera, sin embargo, el capricho de las gotas de lluvia sobre las calles del otoño, su traviesa monotonía, la línea nítida de sol que quiebra el aire en el preciso momento en que otro atardecer muere sobre un jardín cualquiera, las hamacas desiertas cuando se mueven pesadas como si mecieran sobre sí a la humanidad entera, todo ésto, -entre otras elegantes situaciones que capturo desde mi cueva-, insiste estoicamente en susurrarme un estribillo que al instante olvido: espero tranquila hasta la próxima desventura animada, quizás me permita algún día oír la canción completamente fuera de mi, del otro lado del rudimentario puente que me sostiene.
Quizás aprendiera a cantarla en voz alta.
De todas formas ya no la extraño.
(Algunas mentiras son el perfecto camuflaje de una verdad indescifrable).
d

4 comentarios:

H.R.Cuenya dijo...

La verdad es idescifrable. Me gusta asi: nadie sabe demasiado: todo es mas democratico: nadie sabe demasiado: todo es mas misterioso y el universo parece mas maravilloso, cosa que ayuda por las mañanas a despertarse y caminar bajo el sol.

Indalea dijo...

Querido Lord, coincidimos plenamente.
Si supieramos descifrar la inasible verdad de cada rincón del universo supongo que se disolverían todas ésas cálidas mañanas bajo el sol, que eventualmente parecieran ser lo único que nos queda.

Doris dijo...

me gusta mucho como escribis y tus imagenes!

Visitare seguido este mar.

besos!

Indalea dijo...

Un inmenso gusto, Da.
Doris Delay es un cálido lugar que suelo visitar silenciosa.
El mar siempre te espera,
besos