Voy subiendo las montañas que tiemblan dentro mío,
intento avanzar,
alcanzar las alturas,
y el ascenso implica
contemplar los abismos.
En ellos planean los cóndores menos vistos.
Al llegar a la próxima piedra
ofrendaré humildemente
un corazón incesante
(entonces un ángel incaico sonríe
y amasa soles de arcilla tras un largo camino)
En mi pecho reflota el latido.
El ángel y yo cantamos una canción.
Nadie nos oye.
Y en el hueco vacío
Se renuevan los ciclos.
Amasar.
Amar.
Arar.
germino el vacío
con semillas de cimas.