jueves, 29 de septiembre de 2016

Las abejas son devueltas a sus pétalos.
Liban acaso
por última vez.
No pesan ya sus cuerpos.
¡Ardan soles! Arrullen su vuelo.
Nada retumba en este campo.
Sólo se oyen sus pasos.
Han traído insectos.

Hoy se llevan la miel.

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La Rural

En La Rural, una vaquita hermosa se niega a seguir el paso, llevada por un tipo desde una soga que tiene atada a su morro agujereado. El tipo tira y tira de la soga. Ella se niega y clava sus patitas en la arena, pero tiene que seguir: se rinde. Yo la miro y me pregunto si no habrá sido un pequeño triunfo en medio de una desgracia. A su alrededor se aglomeran los hombres que la tienen cautiva, los caballos de los granaderos, hermosos y amansados, los ladrones de las tierras argentinas, los asesinos de nuestros pueblos originarios, los asesinos de la Patagonia Rebelde, los ricos más codiciosos de nuestro país y sus crías humanas, vestidas con ponchos caros, a su alrededor ella ve que se agitan unas telas que son nuestra bandera nacional, tomadas por manos sucias de sangre de señoras de bien y lentes negros, a su alrededor gritan "¡Si se puede!" y es un estertor vacío que rebota en las paredes de los edificios, y ella No Puede escapar, y su lenguaje es otro, el de amamantar, pero su cría ya no está, y se aglomeran todos para gritar esas palabras metálicas, hay un presidente que mira su celular con cara de aburrido mientras toma de la mano a su hija que está vestida con piel de zorro, el presidente se ubica detrás de un tal Etchevere, que parece ser su feje y sonríe con un entusiasmo turbio, y la vaquita no quiere seguir el paso. Sabe que a su alrededor están celebrando una fiesta, la fiesta de la Industria de la Muerte, su propia muerte, la Muerte de los Inocentes, y celebran también las Muertes de los pueblos originarios, la Muerte de los anarquistas, y esas Muertes oye la vaquita como susurros en el viento que acaricia el pelo suave de sus orejitas, esas Muertes que evocan un árbol cualquiera del campo libre tierra adentro, un algarrobo o tal vez un viejo tala... a su alrededor celebran la Muerte porque los hombres de la Sociedad Rural alimentan sus cajas fuertes con el oro de la Muerte, y dicen ser argentinos, y lucen sus banderas blanquicelestes, allí están, todos amontonados para festejar que les llegó la hora, que la Fiesta recién empieza, ¡¡preparen, apunten, fuego!! y sus cajas revientan de oro rojo, tocan la trompeta, anuncian el discurso y la vaquita los mira a través de los adornos que le pusieron alrededor de sus ojos, esa vaquita somos nosotros, esa vaquita viva, que van a despedazar. Ojalá algún día podamos sentirlo en el cuero. Nuestra existencia en su propio cuero.  Nuestro cuero en su nobleza, en la pureza de su sangre tibia que forma ríos invisibles de desesperación. Una vaca argentina. "Esto es sólo el comienzo", dice Etchevere, y todos aplauden.

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viernes, 23 de septiembre de 2016


Desde esta ceguera veo los restos que ha dejado atrás 
un monstruo inútil.
Detrás de mis ojos, que fueron incinerados, 
hay cunas que arden.
En esta misma ceguera encuentro 
una paz de bóvedas sin nombre, 
y rezo alabanzas.
Sé que aún se podía mirar a los ojos sin pagar. 
Lo sé. Fue ayer. Vi tus ojos. Era mi sueño.
Arrebatado el chispazo de luz en las pupilas, roída la gracia de las aves que sobrevuelan esta ciudad, desde mi ceguera construyo un castillo con la memoria.  
Parada en la cima de una montaña de mentiras el cielo bosteza, porque el sol se aburre de iluminar tanta farsa. 
Me tapo la cara con las manos, y recuerdo que fue entonces cuando ya no pude imaginarte. 
Hubiera sido fácil habitarte, o al menos dibujar tu hermosa mirada en el centro de la palma de mi mano, pero me olvidé. 
Hubo luz, hubo tanto. 
Detrás de la lluvia que nubla mis ojos los niños cantan, 
y amo, y el tiempo es un papelito 
que tiembla en el confín 
de mis ojos abiertos.

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